La muerte bajo custodia policial de Mahsa Amini por incumplir la imposición de vestimenta iraní, ha desencadenado múltiples protestas dentro y fuera del país. Estas revueltas no han dejado indiferente a nadie y han vuelto a poner el foco internacional en las demandas de libertad y derechos ante el régimen de los ayatolás. Las manifestaciones son también consecuencia de un creciente malestar por la violencia sistémica y la corrupción, así como por el encarecimiento de los precios de los productos básicos, el desempleo o la falta de oportunidades para los jóvenes. La respuesta represiva del gobierno a manos de los basiyis, la milicia paramilitar dependiente de la élite militar y económica de los Pasdarán (o Guardianes de la Revolución), ha puesto de manifiesto la brecha cada vez mayor entre el Estado y la sociedad.
En Túnez, la violencia por parte del Estado hacia el joven Mohamed Bouazizi, un ciudadano común, se convirtió en un catalizador del descontento. Ahora en Irán, las manifestaciones a raíz de la muerte de Amini han logrado una gran solidaridad por parte de amplias capas de la población. No solo de las mujeres, que las lideran, sino también de estudiantes universitarios, hombres, trabajadores y ciudadanos procedentes de diferentes rincones del país. Incluso la selección nacional de fútbol, en un amistoso contra Nigeria, usaba vestimenta negra, evitando mostrar así cualquier símbolo nacional.
Desde el núcleo duro iraní se culpa a Occidente de manipular la información y fomentar el caos. Sin embargo, estas revueltas podrían hacer temblar la teocracia iraní. La represión y la mala situación económica, junto con las sanciones impuestas por Estados Unidos, son claves para entender la disconformidad y malestar social.
Con este escenario, es imprescindible reflexionar sobre qué Oriente Medio geopolítico se podría abrir con un Irán diferente al de los últimos 40 años. Varios interrogantes: ¿Y ahora qué? ¿Cuál debe ser la postura de Occidente ante un Irán que parece más débil por el descontento de su propia población? La Unión Europea se plantea imponer más sanciones como respuesta a la represión del régimen. La postura de Estados Unidos frente al pacto nuclear, cuyas negociaciones se encontraban ya en un impasse antes de las revueltas, puede verse alterada con las elecciones norteamericanas que, sin duda, serán un factor clave en la configuración geopolítica y de seguridad de la región. Todo esto hace que la situación iraní trascienda los límites regionales y se convierta en un acontecimiento de relevancia global. Sin duda, las protestas han despertado en parte de la sociedad civil iraní una ilusión de cambio. ¿Estará la comunidad internacional a la altura del desafío que se le plantea?
Es cierto que, con sus reivindicaciones, la población iraní no busca ningún cambio geopolítico per se; busca reformas internas y mostrar su hartazgo ante la República Islámica. Sin embargo, aunque sea pronto para predecir las consecuencias, lo que pase en Irán puede tener efectos más allá de sus fronteras. Irán conforma uno de los principales ejes en la balanza de poder de Oriente Medio. Las redes de actores no estatales apoyados por Irán, como Hezbolá en Líbano o los hutíes en Yemen, son apéndices iraníes para desgastar a sus rivales en la región, Israel y Arabia Saudí respectivamente. La debilidad de Irán podría afectar a estos actores y reconfigurar los equilibrios de los conflictos en los que están involucrados. Ello sucede en un contexto internacional marcado y focalizado en la invasión y la guerra de Rusia contra Ucrania, en la que Irán ha asumido un papel activo en favor del bando ruso, con el interés estratégico de hacer fracasar el orden mundial liderado por Estados Unidos y aumentar su influencia geopolítica.
Sin olvidarnos de Siria. Con Rusia ocupada en Ucrania y con Irán centrado en reprimir las manifestaciones internas, ¿en qué medida afectará este nuevo marco a los patrocinadores del régimen de Al Assad y a la evolución de la situación interna en Siria?
Irán ha vivido continuos ciclos de revueltas desde 1979. Ante este último, por sus características propias y por el contexto global, la comunidad internacional tiene que mostrar solidaridad y comprensión de una manera fuerte y cohesionada a la altura de las aspiraciones y esperanzas de la población iraní./