En todo el mundo, desde los países más ricos hasta los más pobres, ha surgido una nueva y peligrosa cosecha de líderes. A diferencia de sus homólogos totalitarios, estos populistas llegan al poder mediante elecciones, pero hacen gala de una inclinación decididamente antidemocrática. Propagan mentiras que se convierten en artículos de fe entre sus seguidores. Se presentan como nobles y puros abanderados del pueblo, en lucha contra las élites corruptas y codiciosas. Desafían cualquier restricción a su poder y lo concentran en sus propias manos, lanzan ataques frontales contra las instituciones que sostienen la democracia constitucional, ocupan el poder judicial y el legislativo con aliados, declaran la guerra a la prensa y eliminan las leyes que controlan su autoridad.
Los nuevos autócratas son hoy dirigentes como el brasileño Jair Bolsonaro, el húngaro Víktor Orbán, el indio Narendra Modi, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el filipino Rodrigo Duterte, el ruso Vladímir Putin y el turco Recep Tayyip Erdogan. La etiqueta también vale para líderes que ya no están en el poder, como el difunto Hugo Chávez de Venezuela, el austriaco Sebastian Kurz y, sí, el estadounidense Donald Trump. Todos ellos han rediseñado las reglas por las que se regían los viejos dictadores con el fin de tener más capacidad de imponer su voluntad a los demás. A pesar de las enormes diferencias nacionales, culturales, institucionales e ideológicas entre todos esos países, los métodos de los nuevos autócratas son increíblemente similares. Por ejemplo, Bolsonaro y López Obrador no pueden ser más distintos desde el punto de vista ideológico ni más parecidos en su estrategia para acaparar y retener el poder. Turquía, cuna de civilizaciones antiguas e imperios, y Estados Unidos, la moderna y poderosa superpotencia, son tierras de fuertes contrastes. Sin embargo, tanto Erdogan como Trump llevaron a cabo campañas implacables…