En pleno debate sobre la reelección presidencial en América Latina, Luiz Inácio Lula da Silva, aupado por una popularidad del 80%, rechaza modificar la Constitución brasileña para presentarse a las elecciones, por tercera vez consecutiva, en octubre de 2010. Su desconocida candidata, la ministra de la Casa Civil y responsable del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), estrella del gobierno Lula, nunca ha disputado una elección, pero sube en las encuestas. Tan eficiente como corta de carisma, Dilma Rousseff –cuya candidatura fue ratificada en febrero durante el congreso de su Partido de los Trabajadores (PT)– se enfrentará a Jose Serra, todavía candidato oficioso del PSDB –centro derecha– , gobernador de São Paulo y favorito en los sondeos, aunque Rousseff acorte distancias.
El Brasil de hoy es distinto al de 2002. Los mercados pueden vivir con serenidad los próximos comicios. En materia económica, el futuro presidente de Brasil deberá garantizar una cierta continuidad de la política del actual gobierno. Páginas adelante en este número, José Juan Ruiz, subdirector general en la división América del Banco Santander, precisa el mensaje. Brasil ha aprendido de los errores pasados y suscrito nuevas líneas de comportamiento: credibilidad anti-inflacionaria y preservación de la competitividad de la economía real. Los malabarismos con los tipos de cambio o las ilusiones monetarias de gasto público financiado con deuda externa fracasaron sin conseguir siquiera reducir la dramática diferencia de renta entre brasileños. “Ahora toca maneterse firme en los principios, aunque ello exija sacrificar mitos tan queridos como controlar la competitividad con una variable nominal. Es el momento de demostrar que se ha cambiado y que se sabe por qué”.
Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva fueron los protagonistas de la transformación. Nuevas condiciones iban a marcar los límites del terreno de juego. El crecimiento del PIB no sólo no…