Tras varios años de estancamiento e incertidumbre provocados por la crisis, las cuatro mayores economías emergentes del mundo (Brasil, Rusia, India, China) están en vías de recuperar el dinamismo con el que asombraron al mundo en la primera década del siglo XXI.
La idea de que los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) habían perdido su dinamismo y dejado de ser el motor de los emergentes, muy repetida en los últimos años por decenas de expertos, ha resultado exagerada. Básicamente porque las cuatro economías emergentes más grandes del mundo –Brasil, Rusia, India y China– a la que se añadió Suráfrica, son un coloso por sí mismas. Su población de 3.030 millones de personas (el 41 por cien de la mundial) y un PIB conjunto de 17,3 billones de dólares (el 25 por cien de la economía del mundo) las convierte en una potencia conjunta difícil de contener.
Lo más importante, al margen de su tamaño, es que se trata de economías que han superado hace tiempo la tipificación de “países en desarrollo”, quizá con la excepción de India y Suráfrica, y disponen de capacidad autónoma para seguir creciendo, casi sin ayuda exterior: economías altamente industriales, con universidades y centros de investigación propios, núcleos empresariales potentes (decenas de empresas en la lista Fortune), clases medias en ascenso, ingentes poblaciones urbanas, niveles de consumo cada vez más elevados y crecientes dotaciones para infraestructuras.
Estos días parecen subsistir, pues, pocas dudas de que los cuatro países – los BRIC, sin Suráfrica– tienen un fuerte recorrido de crecimiento en los próximos años, alentado además por la propia dinámica de exigencia de unas poblaciones decididas a prosperar y abandonar la pobreza.
Cierto es que durante los últimos años sus economías se han visto limitadas –y hasta mermadas– debido a la fuerte crisis desatada en…