Para Turquía, 2023 no es un año cualquiera. Por un lado, porque marca el centenario de la República. Por otro, porque se celebrarán elecciones legislativas y parlamentarias y, salvo sorpresas, Recep Tayyip Erdoğan optará a un nuevo mandato. Aunque 2023 estuviese señalado en rojo en los calendarios turcos desde hace tiempo, lo que no se sabía es que Turquía tendría que afrontarlo en unas condiciones tan complejas. Al impacto de la guerra en Ucrania se suman las tensiones con los países vecinos, la incertidumbre económica y las dudas sobre el resultado y el desarrollo del proceso electoral. Turquía se enfrenta a cuatro pruebas decisivas y lo hace de manera simultánea.
Primera prueba: equilibrismo diplomático
Turquía intenta apoyar a Ucrania sin enemistarse con Moscú. Este objetivo se ha traducido en proporcionar ayuda militar y diplomática al gobierno de Kiev, sin romper relaciones ni imponer sanciones a Rusia. Gracias a esta política de doble apertura, Turquía se ha posicionado como un posible mediador para intentar lograr un acuerdo de paz o, en el peor de los casos, negociar acuerdos más modestos en forma de intercambios de prisioneros o desbloqueo del tráfico marítimo de cereales.
Ankara fundamenta su apoyo a Ucrania en la defensa del principio de integridad territorial. Después de entrevistarse con Vladímir Putin en la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Samarcanda, en septiembre de 2022, el presidente turco afirmó que la paz pasaba por devolver a Ucrania todos los territorios ocupados, incluido Crimea. El fuerte vínculo histórico y emocional con la minoría tártara de la península de Crimea, que rechazó abiertamente la anexión a Rusia en 2014, ha desempeñado un papel importante en el posicionamiento turco desde entonces.
La geografía es otro factor esencial. Turquía, como Rusia y Ucrania, es un país ribereño del mar Negro….