Las exportaciones generan un crecimiento económico en China a costa de una minoración del PIB estadounidense y de otros países del mundo. Pekín ha redoblado sus esfuerzos para impulsar a la industria importadora y ha surgido el temor a un nuevo “shock industrial” en el resto de zonas industriales del mundo. Las relaciones económicas entre las dos grandes potencias también son un asunto clave de la campaña electoral americana.

Sin embargo, un informe del FMI muestra que la realidad es mucho más compleja. Las exportaciones de China empezaron a crecer al inicio de la pandemia gracias a las ventas de equipamiento de protección sanitaria contra el Covid. Posteriormente, su superávit exterior se ha sostenido sobre la caída de la demanda interna.

Hogares y empresas están mostrando una preferencia por el ahorro en una coyuntura de aumento de la incertidumbre económica. La economía del país no termina de arrancar tras la pandemia debido, en gran medida, a la crisis inmobiliaria. El sector privado ha optado por la prudencia, reduciendo así las tasas de consumo e inversión. Las empresas chinas han tenido que buscar fuera compradores para sus productos ante el pobre desempeño de la demanda interna, lo que está suponiendo un freno para el crecimiento económico.

Por el contrario, el consumo del resto del mundo ha crecido intensamente en los tres últimos años. Especialmente en Estados Unidos, que vive en una economía recalentada por los estímulos fiscales adoptados por Joe Biden. La tasa de paro se ha situado persistentemente en mínimos históricos y el déficit público está anclado en el 6% del PIB. Las estrecheces en el mercado laboral también han provocado subidas de salarios e inflación. Tendencias que se enmarcan en la famosa frase del presidente “pay them more”.

El efecto de estas políticas expansivas ha sido un crecimiento…