Después de treinta y cinco años de hosquedad en sus relaciones, Damasco y Washington concuerdan, de pronto, en unas cuantas cosas. Soldados sirios y americanos estuvieron juntos en los desiertos de Arabia, donde se enfrentaron con Sadam Husein y se llamaron aliados. Entonces, los medios de comunicación sirios atemperaron su retórica antiamericana, habitualmente virulenta, y los contactos diplomáticos se acrecentaron con uniformidad. En julio, el presidente Hafez Al-Assad aceptó, al parecer sin condiciones, participar en una conferencia de paz patrocinada por Estados Unidos.
Estos cambios, bruscos algunos de ellos, dan origen a varias preguntas: ¿indican un desplazamiento fundamental de la política siria o son sólo hijos de la prudencia? ¿Ha experimentado Assad un cambio de intenciones respecto a Israel o sólo hace ajustes tácticos? ¿Debería Estados Unidos construir sobre esta cuasi-alianza o distanciarse de un tirano brutal?
Para contestar, comenzamos con un análisis del carácter de Assad y un examen de los acontecimientos recientes que han afectado a Siria. A continuación, investigamos la relación bilateral básica de Siria: la que tiene con Israel. Dentro de este contexto, finalmente, nos centramos en la política norteamericana.
Como cualquier dictadura individual, Siria está dominada por su gobernante. El presidente Assad emite unilateralmente las leyes y toma la mayoría de las decisiones fundamentales que afectan a los doce millones de sirios que gobierna. Por lo tanto, para comprender la política siria hay que comenzar por Assad.
Una forma de entender el carácter de Assad es compararlo con Sadam Husein. Son aproximadamente de la misma edad (Sadam nació en 1937, Assad en 1930); proceden de zonas rurales pobres; representan a grupos minoritarios de sus países y ambos han gobernado efectivamente desde casi el mismo año (1972, en el caso de Sadam, 1969, en el de Assad). En cuanto a su personalidad, comparten una ambición grandiosa,…