Si bien las aguas del Jordán son un desafío ineludible para el futuro de israelíes, sirios, jordanos, libaneses y palestinos, es necesario constatar que las relaciones de fuerza diplomáticas y militares siguen siendo decisivas para determinar el futuro hídrico de la región.
Mucho se ha dicho y escrito hasta ahora sobre Oriente Próximo y los retos hídricos que encierra. Así, a partir del momento en el que se plantea la reflexión sobre la o las posibles guerras hídricas que pueden estallar, esta región del mundo es el escenario más alarmante. Paradójicamente, desde la aparición de la Primavera Árabe en 2011, la insistencia sobre la capacidad de los retos hídricos para provocar un conflicto armado se ha vuelto menos intensa, como si el hecho de que algunos países de la región se estén centrando en aspectos políticos y sociales debiera dejar para más adelante la reflexión y la solución de los riesgos relacionados con los retos del agua.
Sin embargo, no resulta exagerado pensar que, lejos de aplazarse, los problemas relacionados con el agua corren el riesgo de reaparecer con mayor intensidad en breve. Existen diferencias, por ejemplo, entre los retos hídricos y los que están relacionados con la energía. Mientras que el petróleo o el gas son importantes desde un punto de vista socioeconómico, pero no son vitales desde el punto de vista humano, el agua es simplemente la fuente de la vida. Por consiguiente, ningún Estado puede pretender garantizar el bien y las expectativas de su población, y por tanto su propia estabilidad, si no satisface correctamente las necesidades hídricas de sus ciudadanos. El mundo árabe, considerado en sentido amplio, sufre unas importantes limitaciones hídricas, como indica el siguiente cuadro.
Los desafíos de las aguas del Jordán
El fenómeno, sin embargo, no es nada nuevo. Al volver a…