El conservadurismo tendrá sentido mientras siga siendo necesaria la defensa del mundo de la vida frente a las ideologías del borrón y cuenta nueva. El mundo de la vida es aquel al que vuelven los ideólogos de las ideologías del borrón y cuenta nueva para descansar de su oficio de maestros de pueblo de la sociedad. Un ejemplo de lo que quiero decir lo proporciona Karl Marx. Al enterarse de que el exaltado Paul Lafargue anda rondando a su querida hija Laura, le escribe: “Antes de establecer definitivamente tu relación, tengo que disponer de información sobre tu situación económica”.
El mundo de la vida es un mundo de adultos que se tratan como adultos. Si alguien te dice que está bien, te alegras por ello, sin intentar persuadirle de que en realidad se encuentra mal y de que su conciencia está alienada y necesita a un intelectual crítico para despertar. El conservadurismo tendrá sentido mientras no haya ideología más eficaz que el sentido común, esa common decency de la que hablaban George Orwell y G. E. Moore.
El ciudadano que se guía por su sentido común suele cumplir con sus deberes por la sencilla razón de que siempre ha sido honorable cumplir con ellos; valora la paz, la educación, el trabajo, el esfuerzo, la iniciativa, la cooperación, la preocupación por el vecino, el patriotismo, la honestidad; aspira a vivir decentemente de su trabajo y le gustan los límites morales claros; considera evidente que hay cosas que no se hacen y que, de hacerlas, deshonran a quien las hace. Uno debería estar muy seguro de que tiene algo mejor que ofrecer antes de dedicarse a dinamitar estas convicciones.
La elección moral del hombre medio suele estar orientada por los ejemplos sociales que admira. Quiere sentirse orgulloso de sí mismo ante su…