Después de la sacudida de abril de 19771 empecé en el mes de julio la redacción de un largo artículo sobre las elecciones de marzo de 1978. ¿Lo hice por pasión política? Más bien al contrario, para defenderme de la indiferencia que suele rondar al condenado a muerte. De pronto, en pleno mes de agosto, mientras yo reflexionaba sobre la querella abierta entre socialistas y comunistas, una evidencia se me vino a los ojos: los comunistas habían decidido romper con los socialistas sus acuerdos en torno al programa común; la izquierda se presentará dividida en marzo del año próximo. En mi primer artículo de L’Expres, en septiembre de 1977, que titulé “La gran ilusión”, anunciaba yo el fracaso entre socialistas y comunistas. Unos días más tarde, R. G. Schwartzenberg, del movimiento de los radicales de izquierda, dijo a Iván Levaï, en un programa de la emisora europea número 1, que yo confundía mis deseos con la realidad.
La ruptura prevista de la izquierda me incitó primero a renunciar a es- te artículo que algunos amigos me empujaban a escribir. “Sólo usted –me decía– tiene la autoridad moral y la competencia para advertir a nuestros conciudadanos sobre los peligros del programa común de la izquierda, sobre la crisis política que abriría la derrota de la actual mayoría.” Dudé largo tiempo antes de ponerme a escribir2: el folleto fue compuesto y publicado en pocos días, a finales de enero de 1978; demasiado tarde para que pudiera ser distribuido y comentado. Jacques Attali, desde la izquierda, me atacó en un tono deliberadamente escogido para herirme. “Un libro de más”, lo cual era tanto como decir: “Ha llegado el momento de que se calle usted.” Habíamos tenido, algunos años antes, relaciones cordiales. A propósito del “Círculo cuadrado” me escribió para decirme…