Tal vez las actuales revueltas en el mundo árabe sirvan para reactivar este proceso de cooperación regional, tan lleno de expectativas en su creación como falto de voluntad política para llevarlas a cabo. Deberá, sin embargo, afrontar no pocas reformas para lograrlo.
En 2008, 13 años después de que se pusiese en marcha el Proceso de Barcelona, se dotó a las relaciones mediterráneas de un nuevo marco para la cooperación regional: la Unión por el Mediterráneo (UpM). Desde entonces, la institución ha atraído una atención generalizada, aunque no tanto por sus logros como por encontrarse en punto muerto. Las publicitadas cancelaciones de cumbres de jefes de Estado y de reuniones de Asuntos Exteriores; los retrasos a la hora de constituir la secretaría y las políticas de silla vacía seguidas por sus miembros han socavado la credibilidad de la institución. Sin embargo, si la UpM se centrara en la copropiedad y en iniciativas concretas, la institución podría ser un marco valioso para mejorar las relaciones euromediterráneas, una vez reformado su sistema de gobierno. Este artículo repasa la historia detrás de la creación de la UpM y analiza su arquitectura institucional, ahondando en sus distintos órganos, describiendo sus funciones y proponiendo vías para la reforma…