Aunque la mayoría de los miembros del CCG establecieron relaciones diplomáticas con los países de la región en los años setenta, al menos la mitad de sus embajadas en América Latina se abrieron entre 2007 y 2012, y una tercera parte de ellas entre 2010 y 2011.
En su discurso inaugural de la primera cumbre de América del Sur y los Países Árabes (ASPA) celebrada en Brasilia en mayo de 2005, el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que concibió e impulsó la creación del foro, subrayó que ambas regiones tenían la invaluable oportunidad de tender en el siglo XXI un “puente entre civilizaciones”. Las cumbres de Doha (2009) y Lima (2012) han seguido la hoja de ruta trazada por Lula, persiguiendo objetivos comerciales comunes e intentando complementar sus respectivos vínculos con la región Asia-Pacífico, especialmente estrechos, en el caso del bloque árabe, con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) que integran Bahréin, Kuwait, Omán, Catar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU).
En su apertura al exterior, los países del Golfo han establecido lazos crecientes con América Latina y especialmente con Mercosur (Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay y Paraguay). La convergencia de sus intereses es notable en áreas como energía, infraestructuras y seguridad alimentaria. Según Hassan Abdel Rahman, director ejecutivo del Foro Árabe-Latinoamericano, ambas regiones pertenecen al emergente ‘Sur-Sur’ global, lo que les abre amplios campos de cooperación.
Aunque el proceso se ha acelerado en la última década, los orígenes de la relación económica entre las dos regiones se remontan a la creación en 1960 de la OPEP, el más importante e influyente bloque multinacional liderado por países árabes, y en la que tuvo un papel decisivo el diplomático y político venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Ecuador y Venezuela, por parte suramericana, y Kuwait, Arabia Saudí, Catar y EAU, por…