Desde poco después de 1949, cuando la Unión Soviética llevó a cabo su primera prueba nuclear, vivimos en un marco global definido por la destrucción mutua asegurada. La debilidad convencional de la OTAN durante la guerra fría llevó a la Alianza a apostar por las armas nucleares como instrumento de respuesta ante un posible ataque soviético. Ahora es Rusia, inferior en el terreno convencional, quien más parece confiar en sus arsenales nucleares, no solo como instrumentos de disuasión, sino también de castigo. Por fortuna, a pesar de las decenas de conflictos en los que se han visto implicadas las nueve potencias nucleares existentes, la pulsión suicida nunca ha llegado al punto de traspasar el umbral que nos abocaría a un desastre planetario. Pero, como bien ejemplifica la creciente amenaza nuclear lanzada por Moscú, la tentación sigue muy presente.
Rusia es la primera potencia nuclear del planeta en número de cabezas…