En un año, China y EE UU han demostrado su capacidad tecnológica en una hipotética guerra en el espacio. El recurso a las armas espaciales abre escenarios llenos de riesgos. ¿Qué mecanismos internacionales pueden asegurar un espacio seguro y limpio, libre de armas?
El creciente número de satélites, operadores y aplicaciones comerciales ha convertido la parte del espacio ultraterrestre más cercana a la Tierra en algo tan esencial para nuestro entorno vital como el espacio aéreo y el mar. Al igual que la energía nuclear, el desarrollo de las capacidades espaciales ha estado íntimamente vinculado a sus posibles usos militares. Así lo fue en sus inicios, con los satélites espía y la tecnología balística, y así lo es hoy, con los sistemas de comunicación, observación, navegación y posicionamiento. Las series de ceros y unos que fluyen por el espacio son un factor multiplicador de la fuerza que ha transformado la manera de concebir y ejecutar las operaciones militares, marcando la transición de la guerra mecanizada propia de la era industrial, a la guerra informatizada del siglo XXI.
Si antes la tecnología espacial vigilaba la construcción de lanzaderas de misiles, ahora guía bombas inteligentes y dirige unidades en combate. El campo de batalla se ha ampliado en la práctica hasta el espacio. El valor militar del espacio, antes estratégico, hoy es también táctico. Por ello no puede descartarse que, en una crisis, los contendientes intenten privar de su uso a los adversarios. En tal caso, los satélites civiles podrían ser objetivos militares, tanto por su naturaleza dual –el 85 por cien de las comunicaciones militares estadounidenses de banda ancha en Irak utiliza servicios comerciales civiles– como por ser un eslabón vulnerable del sistema socioeconómico de un país.
Aunque hasta ahora no se han desplegado armas (entendidas en sentido amplio como objetos…