La nueva Ruta de la Seda le ha dado una dimensión diferente a la proyección de China como potencia global. El modelo de conexión entre Oriente y Occidente por nuevas rutas terrestres y marítimas no solo representa una vía para reconfigurar las redes mundiales de comercio, sino que lleva asociado una nueva etapa en la diplomacia de China en su política exterior.
Evitar el paso del Estrecho de Malaca ha sido el principal propósito de China en la búsqueda de enclaves estratégicos en aguas del Indo-Pacífico. El desarrollo del conocido como “Collar de perlas” responde a esta necesidad de encontrar puntos de atraque para los cargueros que transportan por el océano Índico hasta el 75% del suministro energético que necesita la economía china. Una cadena de puertos que, siguiendo la vía que describe la Ruta de la Seda Marítima, llega hasta Europa atravesando el canal de Suez.
En la lista One Hundred Container Ports de 2018 que elabora Lloyd, China cuenta con hasta 22 puertos, referentes del dominio del gigante asiático en el tráfico marítimo mundial de contenedores. El liderazgo de China se observa en el Top 10, donde tiene hasta siete puertos, ocupando Shanghai y Shenzhen el primer y tercer puesto, respectivamente, con Singapur en segunda posición.
Con amplia experiencia en exportación marítima, China ha desarrollado sus puertos para acoger importaciones de recursos energéticos, a la vez que los ha convertido en la gran maquinaria logística de distribución marítima de productos chinos hacia otros mercados, entre ellos el europeo. Por ello, mientras no se materialicen las ambiciones chinas de hacer efectiva la Ruta de la Seda Polar, que pondría a los puertos del Norte en el punto de mira, la conquista del Mediterráneo es la pieza clave de la estrategia de China que busca reducir el tiempo de atravesar…