POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 6

La reelección de Mitterrand: una victoria personal

Daniel Amson
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La reelección de François Mitterrand reviste una excepcional importancia, tanto por el hecho mismo como por las consecuencias que pueda tener para Francia. Es ante todo en sí mismo un acontecimiento de gran alcance, en la medida en que los franceses han reelegido por amplio margen auna figura transformada por el milagro de la cohabitación, sin que pueda decirse, sin embargo, que los franceses se hayan hecho más socialistas.

Es sabido que una vez transcurrido el período del “estado de gracia” que siguió a las elecciones de mayo y junio de 1981, los franceses dejaron poco a poco de conceder su confianza al jefe del Estado. Este proceso de deterioro superó con mucho los efectos normales de desgaste del poder que padeció en su momento el anterior presidente, Valéry Giscard d’Estaing. Dicho proceso desembocó en un estado de hostilidad profunda que, en el verano de 1985, condujo a casi tres de cada cuatro franceses a declararse adversos al presidente de la República.

La cuestión parecía entonces clara, y si muchos examinaban el marco en que pudiera desarrollarse una experiencia de cohabitación después de las elecciones legislativas de 1986, eran muy pocos los que pensaban que el presidente en ejercicio pudiera alcanzar de nuevo la mayoría de los sufragios de los electores en 1988, al término de su mandato. Parecía evidente a los ojos de la mayoría que el huésped del Elíseo se había vuelto impopular, mucho más allá de la impopularidad que sufrieron en su día el general De Gaulle en 1969 y Valéry Giscard d’Estaing en 1981.

Sin duda, el resultado honorable del Partido Socialista en las elecciones de marzo de 1986 causó una cierta sorpresa. No hay, sin embargo, que olvidar que el PS perdía la mayoría en la Asamblea Nacional para cederla a la derecha…

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