Cuando fui nombrado jefe de la delegación de mi país en las negociaciones INF, tomé de inmediato dos decisiones. La primera, preparar un proyecto de tratado “opción cero” que queríamos tener antes del comienzo de las negociaciones. La segunda, abrir un libro en el que consignaríamos a diario todo lo que se fuera diciendo por uno u otro lado sobre cada cuestión que surgiera en las conversaciones. Al final del primer año teníamos ya registrados 35 asuntos en el libro, de los cuales cinco se destacaban por sí mismos, por lo cual nos concentramos en ellos. A lo largo de los años siguientes, y sobre todo en Reikiavik, conseguimos finalmente eliminar aquellas cuestiones problemáticas. Pero a pesar de habernos deshecho de los impedimentos al acuerdo, toda- vía nos esperaban muchos otros.
Este pasado mes de octubre, después del encuentro de dos días entre los señores Shultz y Shevardnadze y en la cual se resolvieron los problemas de ámbito INF más comprometedores, se nos pasó al embajador soviético, Víctor Karpov, y a mí la tarea de resolver los problemas restantes al día siguiente. Yo pregunté a Karpov cuántos tenía para tratar; eran 35, de los cuales había cinco principales.
Llegué a la conclusión de que es característica intrínseca del entendimiento humano el que, cuando afronta una situación muy compleja, la simplifiqué en 35 consideraciones, que reduce luego a cinco.
Las etapas siguientes
En el curso de las reuniones de la semana pasada, el presidente Reagan y el señor Gorbachov hicieron mucho. Firmaron el tratado INF, que habíamos perseguido durante cinco años. Emitieron un comunicado que denotaba un acercamiento notable hacia un tratado START. Y convinieron en un lenguaje sobre defensa y espacio que atenúa dificultades y promete hacerlas mejor tratables.
¿Hacia dónde nos dirigimos desde este punto? Inmediatamente se nos…