Autor: Aziz Krichen
Editorial: Ediciones Script
Fecha: 2016
Páginas: 430
Lugar: Túnez

La promesa de la primavera

Khadija Mohsen-Finan
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Cinco años después de la revolución, Aziz Krichen publica un excelente relato sobre la experiencia tunecina, la única que no fracasó en el sombrío cuadro de las primaveras árabes.

Evidentemente, la mirada no es neutra. El autor es una figura de la izquierda tunecina que fue miembro fundador del grupo Perspectives y pagó muy cara su oposición al autoritarismo de Habib Burguiba y Zine el Abidine ben Ali. Aprovechando la revolución, puso fin a un largo exilio y se convirtió en ministro consejero de Asuntos Políticos del jefe del Estado, Moncef Marzuki. La armonía entre los dos antiguos adversarios no duró mucho: se rompió en mayo de 2014, cuando Aziz Krichen tiró la toalla y presentó su dimisión. Estaba profundamente decepcionado por las élites políticas que accedieron al poder después de la revolución y que se comportaban, en su opinión, como amos y señores, cediendo a la tentación totalitaria y acabando por reproducir el modelo del antiguo régimen. Aunque los hechos son exactos y se nombra a los actores, el tono no es el del ajuste de cuentas y no pierde de vista lo esencial. El autor considera que la sublevación en el invierno de 2010-2011, “que fue espontánea de principio a fin”, fue confiscada por las élites y desviada de sus objetivos primordiales. Cree, sin embargo, que el camino recorrido desde 2011 es considerable: “Ahora el pluralismo está anclado en los hechos, primera etapa antes de que enraíce definitivamente en las conciencias. Y esos cuatro años posrevolucionarios han desembocado en una pacificación de la vida política”.

Para Krichen, si bien Túnez presenta características específicas, como el carácter civil del Estado, la sublevación espontánea hasta la partida de Ben Ali y el hecho de que no representaba una gran apuesta estratégica para las potencias, está atravesado, igual que los demás países árabes, por dos tipos de fracturas: la primera separa a las élites de las sociedades y la segunda opone a los islamistas y a los modernistas. Al igual que en Túnez, en los demás países árabes también se observa un proceso de transformación de las sociedades, con una autonomía de la sociedad civil, ligada sobre todo a la retirada del Estado de la esfera económica. La sociedad se ha emancipado de la tutela de las élites y ha funcionado con independencia de la clase política.

La transición en Túnez sigue inacabada. Merece ser gobernado por actores capaces de afrontar los retos surgidos a raíz de la revolución. En efecto, a los habitantes de los barrios periféricos, la transición no les ha aportado mejoras y el riesgo principal radica en la posibilidad de que se unan a los contingentes yihadistas. Más allá de la constatación y el análisis, el autor se lanza a una misión consistente en llevar a término la revolución democrática por medio de un proyecto alternativo al sistema actual. Este proyecto, formulado como una fuerza política, aspira a liberar la economía de la espiral infernal en la que ha estado encerrada durante tanto tiempo, y que se caracteriza por un sistema de explotación excesiva, una tasa de paso elevada y salarios bajos. Además, este sistema produce corrupción. El proyecto propuesto en La promesse du printemps aspira a lograr que “Túnez entre en la modernidad económica y social”.