El mandato del Consejo de Seguridad era claro: obtener la retirada inmediata, completa, sin condiciones, de las tropas iraquíes que habían invadido Kuwait; restablecimiento del poder legítimo; instauración de la paz y la seguridad en la región.
Los dos primeros objetivos marcaban los límites de la operación militar. El tercero era confuso: ¿habría que buscar la paz y la estabilidad eliminando a Sadam Husein u obligarle a negociar?
Desde los primeros combates han surgido las dudas: no es posible liberar Kuwait sin destruir el potencial militar de Irak. La liquidación de las armas químicas, biológicas, eventualmente atómicas, no estaba expresamente prevista por la ONU, pero nadie negaba esta posibilidad.
El comportamiento salvaje del régimen iraquí en el trato de los prisioneros de guerra, por el bombardeo deliberado de poblaciones civiles en Israel y el envenenamiento de las aguas del Golfo pueden considerarse crímenes de guerra. Constituían, de hecho, motivos añadidos para que la acción militar llegase hasta la liquidación de Sadam Husein y de su régimen.
El presidente Bush había indicado claramente que su finalidad en la guerra era el castigo del dictador iraquí. En nombre de Gran Bretaña, el ministro de Defensa, Tom King, confirmaba que sólo el desmantelamiento de la máquina de guerra iraquí permitiría aplicar la Resolución 678 del Consejo de Seguridad: “Después de tantos esfuerzos, sacrificios, gastos, no se puede dejar el trabajo a medio hacer, precisaba el ministro. Sería traicionar a los que han dado sus vidas.”
No todos los gobiernos aliados en la coalición dirigida por los americanos están dispuestos a llegar a la yugular de Irak. Algunos empiezan a hacerse preguntas. La opinión árabe, fundamentalmente, que se había mantenido firme apoyando las operaciones militares, está visiblemente perturbada. La intensificación de los bombardeos aéreos es necesaria para preparar la ofensiva terrestre, se dice en…