La “cuestión alemana”, es decir, la cuestión de la constitución estatal de la nación alemana, no se plantea por primera vez en 1945; antes bien, esta cuestión ha sido a lo largo de muchos siglos un tema capital de la historia alemana y con ello, asimismo, un elemento esencial de la historia europea. Hoy, la nación alemana tiene que vivir dividida en dos Estados.
Es una verdad histórica que, si bien los pueblos pueden llegar a ser disociados, su unidad perdura mientras no se abandonen como tales. Esto es aplicable igualmente a la nación alemana, que sigue viviendo en la unidad de su historia, en la unidad de su cultura y en el sentimiento de comunión entre los habitantes de ambos Estados alemanes.
Como quiera que se haya planteado la “cuestión alemana” en las cambiantes constelaciones de la historia, al cabo se advierte ininterrumpidamente un rasgo fundamental: nunca fue tan sólo una pregunta dirigida a nosotros los alemanes, sino siempre, al mismo tiempo, una cuestión que incumbía a los demás pueblos europeos, dado que la respuesta que se le diera siempre afectaría directa o indirectamente, pero en todo caso de forma profunda, a todos los Estados europeos, en razón de la situación geográfica de Alemania en el corazón de Europa.
La “cuestión alemana”, que esperábamos hubiera quedado solucionada definitivamente merced a la unificación de Alemania en el siglo pasado, vuelve a ser una cuestión abierta y a replantearse en 1945, quedando encomendada de nuevo. a nosotros los alemanes y a Europa la tarea de buscarle una respuesta.
La experiencia histórica de que la “cuestión alemana” tiene por su propia naturaleza una dimensión europea global, debido a que la entidad política de Europa en su conjunto depende decisivamente de que se le dé una respuesta, se manifiesta hoy en día más…