Los dos acuerdos regionales que negocia EE UU, la Asociación Transpacífica y la Asociación Transatlántica, van más allá del comercio. Salgan o no adelante con las ambiciones actuales, tendrán consecuencias tanto para China y otros países en desarrollo como para la OMC.
La política comercial de Estados Unidos difiere mucho de la de hace una década. Por aquel entonces, sus dos objetivos fundamentales eran la búsqueda de una exhaustiva ronda de comercio multilateral, el Programa de Desarrollo de Doha, y la consecución de varios acuerdos bilaterales, relativamente secundarios, cuyo principal efecto era fomentar “la liberalización competitiva”, induciendo a los países a tomar parte en acuerdos bilaterales y en el proceso de Doha. Hoy, la política comercial estadounidense ha descartado prácticamente la Ronda de Doha y, en vez de pequeños acuerdos bilaterales, está tratando de conseguir dos acuerdos mega-regionales, la Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés) y, más recientemente, la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés). La complejidad y ambición de estas gigantescas negociaciones entre grandes grupos de países con “ideas afines” no difieren tanto de las de una ronda de comercio multilateral, y podrían generar beneficios significativos, pero también problemas de coordinación de primera magnitud.
¿Qué podemos deducir de este cambio radical en el enfoque del sistema del comercio mundial por parte de quien lo diseñó en la posguerra? ¿Cuáles son sus posibles consecuencias para EE UU y sus socios? ¿Qué significa para China, que recientemente ha superado a EE UU y a Alemania y es ya el mayor exportador mundial, y que en la actualidad no forma parte de la TPP, aunque muchos prevén que se convertirá en la potencia comercial dominante del siglo XXI? ¿Es una señal de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) quedará relegada a un segundo…