En las últimas semanas, miles de personas han protestado en Hong Kong contra la cicatera propuesta de Pekín para introducir el sufragio universal en las elecciones al jefe ejecutivo de esta Región Administrativa Especial (RAE), en lo que, paradójicamente, podríamos calificar como la forma más avanzada de democracia en China.
La esencia de la propuesta adelantada por el gobierno central y aprobada por la Asamblea Popular Nacional es la siguiente: primero, no habrá modificaciones en el sistema de elección del Consejo Legislativo, el Parlamento de Hong Kong (los próximos comicios serán en 2016). La última reforma se llevó a cabo en 2011 para ampliar a 70 el número de sus integrantes (entonces 60), de los cuales la mitad se distribuyen con criterio geográfico, siendo elegidos mediante sufragio directo, mientras que los 35 restantes corresponden a colectivos socio-profesionales, en su mayoría aupados por los grupos de interés próximos tanto a la oligarquía local como al poder central. Segundo, en la elección del jefe ejecutivo de la RAE de Hong Kong a celebrar en 2017 se introduce la aplicación formal del sufragio universal directo, si bien estableciéndose un control previo en la designación de los candidatos (que serán un máximo de dos o tres), elegidos por un comité de nominación con el apoyo mínimo del 50 por cien de sus integrantes. Es esta restricción, que priva de espontaneidad democrática al proceso, lo que ha provocado la reacción inmediata del movimiento estudiantil y democrático.
Para que la propuesta diseñada por Pekín salga adelante debe ser refrendada por dos tercios del Consejo Legislativo, no disponiendo a priori de la mayoría suficiente, al controlar 43 de los 70 escaños. De no aprobarse, se mantendría el sistema de elección vigente; es decir, un comité de 1.200 miembros que a día de hoy triplica su composición inicial…