La transición hacia la energía limpia ha alcanzado la adolescencia. Su dirección futura aún no está definida y, mientras tanto, sus paradojas internas crean una mezcla volátil. Los líderes políticos temen que las ambiciosas medidas para hacer frente al cambio climático agraven los problemas geopolíticos en un mundo ya afectado por guerras y crisis humanitarias. Los gobiernos preocupados por la seguridad energética tras la invasión rusa de Ucrania han abogado por estrategias que abarquen tanto los combustibles fósiles como las alternativas limpias, no sea que la dependencia del petróleo importado dé paso a la dependencia del litio importado.
El aumento de la inflación y las desaceleraciones económicas también están exacerbando la preocupación de que la transición energética provoque pérdidas de empleo y subidas de precios. Las advertencias se suceden rápidamente. En marzo, el director ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, defendió el “pragmatismo energético” en su última carta anual y, unas semanas después, un informe de JPMorgan Chase pedía un “reconocimiento de la realidad” sobre la transición hacia la eliminación de los combustibles fósiles. En abril, Haitham al-Ghais, secretario general de la OPEP, escribió que la transición energética requeriría “políticas realistas” que reconocieran la creciente demanda de petróleo y gas.
Los desafíos a los que se enfrenta la transición hacia la energía limpia son reales, pero el impulso de dar marcha atrás es erróneo. Ahora es el momento de ser más ambiciosos, no menos. Las emisiones de carbono siguen aumentando, por lo que mitigar la terrible amenaza del cambio climático requiere una descarbonización mucho más rápida de la que se está llevando a cabo actualmente.
«Los desafíos a los que se enfrenta la transición hacia la energía limpia son reales, pero el impulso de dar marcha atrás es erróneo»
Pero esta no es la única razón para acelerar la…