Los atentados terroristas en los que murieron 32 personas y unas 300 resultaron heridas el 22 de marzo en Bruselas han cambiado la percepción que Europa tiene de sí misma. Hasta hoy, pese a los asesinatos premeditados de numerosos ciudadanos en Madrid, Londres, Copenhague y París –entre otras ciudades europeas– acaecidos desde 2004, los líderes europeos solo han adoptado medidas ad hoc para hacer frente a este nuevo desafío. A los sucesos de Bruselas los diferencia el hecho de que, tras ellos, los líderes europeos han aceptado que este tipo de ataques se volverán a repetir. Todas las medidas tomadas hasta ahora han resultado insuficientes para afrontar la amenaza, y los líderes europeos no han querido reconocer que ha saltado en pedazos la paz reinante en Europa desde el final de la Segunda Guerra mundial. Como dijo el alemán Elmar Brok, presidente de la comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, tras los atentados de Bruselas: “Europa tiene que lidiar con una nueva forma de guerra”.
Nos encontramos ante una nueva e incómoda realidad que los líderes europeos tienen que reconocer y a la que deben dar respuesta. Es una realidad que no desaparecerá mientras el llamado Estado Islámico, Al Qaeda y sus cohortes de partidarios dentro y fuera de Europa continúen con su misión de atacar todo aquello que Europa defiende. Los perpetradores de estos ataques, muchos de ellos nacidos en suelo europeo, sacan partido de la sociedad abierta y los valores liberales que Europa propugna. Estos valores están ahora en peligro.
Está muy bien proclamar, después de cada atentado, que Europa defenderá sus valores. Sin embargo, la retórica no hará a los ciudadanos europeos sentirse más seguros ni disuadirá a los terroristas. Los líderes europeos se enfrentan a la ardua pero necesaria tarea de afrontar una guerra cuyo…