Autor: Frank Trentmann
Editorial: Allen Lane
Fecha: 2023
Páginas: 880
Lugar: NY

La oscuridad que va y viene

El libro del historiador Frank Trentmann analiza la historia contemporánea de la República Federal desde un aspecto novedoso: el de la moral.
Aurora Mínguez
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Frank Trentmann (Hamburgo,1965) historiador y profesor en las universidades de Londres y Helsinki, plantea un análisis novedoso y exhaustivo de la Alemania actual, que la distingue del resto de sus socios europeos: “Los alemanes se definen a sí mismos a través de una confrontación crítica con el pasado… convierten cualquier problema social, económico y político en un asunto moral”.

Y este es el enfoque que predomina al repasar y explicar estos 80 años de historia alemana, en los que se salió poco a poco de “la oscuridad” pero que no previenen al cien por cien contra nuevas oscuridades que acechan en el horizonte. Las nuevas generaciones en Alemania, especialmente en los länder orientales, no se identifican con esas exigencias morales, como demuestra el resurgir de la extrema derecha allí, que podría conseguir más de un 30% de votos en las elecciones regionales de septiembre en Turingia, Sajonia y Brandemburgo, y que quedó en segundo lugar en las europeas.

Durante muchos años una de las consignas nacionales ha sido el nie wieder, “nunca más”, referido a los crímenes nazis. La Alemania de la posguerra se vio a sí misma como la primera víctima de Hitler y sólo bajo la presión de los Aliados se mostró dispuesta a pagar “reparaciones”, pero exclusivamente a los judíos alemanes que habían sobrevivido al Holocausto. También a instancia de las potencias ocupantes se impulsó un proceso de reflexión y superación del pasado (Vergangenheitsbewältigung) que sigue vigente hoy día en posiciones políticas tan relevantes como el apoyo a Israel, definido por Merkel y otros dirigentes como “una razón de Estado”:

Trentman marca en su libro las diferencias entre la antigua República Federal, una democracia liberal, con valores básicos como tolerancia, respeto a las minorías y compromiso civil, y la RDA, que se veía a sí misma como “la mejor Alemania”, teóricamente sin presencia de nazis y sin asumir ninguna responsabilidad por los crímenes del Tercer Reich. Paradójicamente, los resultados electorales y el malestar acumulado en el Este abundan en la tesis del autor de que Alemania es un país “unido y dividido” al mismo tiempo.

Y es que la reunificación produjo una crisis de identidad entre los alemanes, especialmente entre quienes, tras despedirse del comunismo, se veían tutelados y controlados por la Alemania Occidental. Y si 1989 es una fecha clave, otro tanto se puede decir del 2008 o de 2015. En todos esos momentos, los valores de democracia, moralidad y responsabilidad juegan un papel fundamental. Los alemanes superan un pasado dramático de separación no sólo para su propio país sino para la Europa del Este; se enfrentan a una crisis económica mundial con Merkel a la cabeza imponiendo su “moral financiera” (castigando a los despilfarradores del sur), y después, abren la puerta a los refugiados mostrando una solidaridad extraordinaria. El wir schaffen das, “lo lograremos, conseguiremos integrarlos” de la canciller, se vio premiado con el primer gran triunfo electoral de AfD, la extrema derecha alemana, en 2017. Consiguió un 12,6% de votos y su entrada en el Parlamento Federal.

Merkel, hija de un pastor protestante, es una política diferente porque habla de valores pero no siempre los respeta. Hace negocios con China, cierra acuerdos con Rusia y olvida, ella que vivió bajo el régimen comunista de Erich Honecker, que “los carburantes de la Unión Soviética pueden pasar de ser una bendición a una maldición”. Los errores de Merkel en su gestión internacional los está pagando su sucesor, Olaf Scholz, para quien la guerra en Ucrania se ha convertido en un asunto interno alemán. Como subraya Trentmann en sus conclusiones, “al aprender a aceptar responsabilidad por los crímenes del pasado los alemanes se olvidaron de aceptar la responsabilidad de vivir en un mundo interconectado”.

En la actualidad, Alemania es un país polarizado, aunque no tanto como muchos de sus vecinos. Continúa siendo uno de los mayores beneficiarios de la globalización pero muchos ciudadanos consideran que esos beneficios recaen sobre muy pocos y los científicos del país no han descubierto una vacuna contra el populismo como hicieron con el Covid. La “oscuridad” puede volver por mucho que Alemania sea una democracia consolidada.