Ya en los albores del siglo nuclear el gran Einstein observó con acierto: con la aparición del arma atómica ha cambiado todo menos la mentalidad humana.
No es fácil, por supuesto, aprender a pensar en nuevos términos. Pero hoy día es necesario hacerlo. Confiar en las viejas tradiciones y concepciones de los problemas de guerra y paz, en los viejos criterios sobre la fuerza del Estado y el poder de las armas, viene a ser fatal y conduce justamente al suicidio colectivo. La nueva mentalidad y – construida sobre ella– la nueva política son condición irrenunciable para la supervivencia.
Los síntomas de que la humanidad había entrado en una fatal etapa de su historia, construyendo armas de destrucción cada vez más poderosas; aparecieron antes de la era nuclear, pero todos tardarnos mucho tiempo en tomar conciencia de las nuevas realidades nucleares. En su encuentro con parlamentarios franceses en octubre de 1985, Mijaíl Gorbachov se refirió a la triste circunstancia de que la conciencia humana siempre va por detrás de la cambiante realidad, señalando que en este terreno tenemos muchas cosas que poner al día. En la Unión Soviética la asimilación de estas realidades comenzó en los años sesenta y concluyó (no sé si la palabra viene al caso, pues de lo que se trata es de la elaboración de una concepción de conjunto), sólo en los últimos años, cristalizando en una nueva forma de pensar. En los Estados Unidos ese proceso se desarrolla lentamente y con muchas contradicciones por medio. Había comenzado en los mismos años que en la URSS, pero luego se estancó. Con la administración Reagan se intenta hacerlo marchar hacia atrás.
Esta tendencia peligrosa se manifestó en la irresponsable postura ante el problema nuclear. En Estados Unidos se comenzó a hablar, con inusitada ligereza; sobre la “guerra…