Asistimos desde mediados de los años ochenta al fin de un mundo y al nacimiento de otro enteramente distinto. Los radicales cambios que esta revolución trae consigo plantean un reto difícilmente sostenible para un mundo comunista en decadencia. La evolución de los acontecimientos en los países del Este de Europa y en Rusia ha puesto en marcha un proceso que lleva a una crisis de la sociedad y al fin del imperio soviético. La ola de cambios afecta también a África del Sur, que ve cómo el orden establecido con el apartheid toca a su fin. Allí, como en la URSS, un Gobierno que emana del orden establecido decide anticipar la crisis provocando el cambio.
En la fase anterior la estrategia soviética se había basado en la paz atómica en el hemisferio norte y en la guerra revolucionaria en el hemisferio sur. En este contexto África del Sur constituía un objetivo primordial de la estrategia mundial del Kremlin. Interesaba a la Unión Soviética por dos razones principalmente: la primera, por su posición entre el océano Indico y el océano Atlántico, desde la que se dominan dos tercios del tráfico marítimo entre Asia, por una parte, y Europa y los Estados Unidos, por otra; la segunda razón es de orden económico e industrial, ya que África del Sur posee en su subsuelo las materias primas estratégicas indispensables para el desarrollo de sectores de tecnología punta, como la industria espacial, la industria aeronáutica, el armamento o la informática. Conviene recordar que la URSS aprovechó la revolución en Portugal y la descolonización de su imperio para instalarse en Angola y Mozambique en 1975, y desde allí, con la ayuda de los cubanos, asediar el objetivo surafricano.
Cuando Gorbachov decide en 1985 cambiar de política, desarrolla una nueva estrategia marcada por cuatro decisiones prioritarias:…