POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 20

La nostalgia de Oriente Medio

Eric Laurent
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La invasión iraquí de Kuwait, el 2 de agosto, cogió totalmente por sorpresa a la administración americana. Como diría más tarde un cercano colaborador del presidente americano, “los radares de Washington no fueron capaces de detectar a tiempo la llegada de los misiles iraquíes”. El diálogo con Moscú, la evolución democrática en la Europa del Este y el proceso de reunificación alemana, parecían absorber la totalidad del tiempo y la energía de la administración americana; mientras que los acontecimientos en Oriente Medio parecían pasar a segundo plano. Sin embargo, la rapidez de la respuesta militar americana y el extraordinario despliegue logístico de la operación “Escudo del Desierto”, demostraron que dicha interpretación era incorrecta.

“Para Estados Unidos, el verdadero problema estratégico no era la invasión iraquí de Kuwait, sino el surgimiento de un Irak fuerte, con el control de más del 20 por cien de las reservas mundiales de petróleo, capaz de amenazar y finlandizar a sus vecinos, y por lo tanto en condiciones de amenazar también la economía mundial, siendo, a la vez, un peligro creciente para Israel.” Estas palabras fueron dichas por uno de los principales hombres de la Casa Blanca, asociado, desde las primeras horas del conflicto, a todas las decisiones tomadas por el presidente americano. La agresión de Sadam Husein contra el pequeño emirato vecino, proporcionó a George Bush una ocasión inesperada, que aprovechó de inmediato, para enfrentarse con éxito a un líder, en una región vital para los intereses económicos americanos y europeos.

La guerra del Golfo se planificó con extraordinaria habilidad y eficacia. Pero a mi parecer, la posguerra no se encaró con el mismo rigor.

Está claro que, una vez finalizado el conflicto, la coalición árabe – pacientemente formada– se desgastará paulatinamente a causa de los distintos intereses nacionales. En este sentido, la posición…

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