La moneda común y el futuro de Europa
¿Cómo ha llegado Europa a estar inmersa en esta profunda crisis? ¿Quiénes son los responsables? ¿Cómo se podría haber evitado? Son algunas de las preguntas que estudia Joseph E. Stiglitz en su publicación más reciente. Desde que empezó la crisis en 2008 las profecías lúgubres y recetas milagrosas han proliferado. Con la clarividencia que le caracteriza, el premio Nobel de Economía en 2001 por su análisis de los mercados con información asimétrica saca a la luz una de las semillas de los males de Europa: los defectos de su moneda común, en busca de soluciones para el futuro de Europa.
Profesor en las universidades de Oxford, Princeton y Stanford, Stiglitz es hoy el portavoz oficioso de un sector progresista de economistas, abanderado de diversas causas y conciencia de la globalización. En El Euro. Cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa, el economista repasa de los defectos del euro y el impacto que tendrá el proyecto europeo si no se corrigen los errores en un plazo relativamente corto. Como estadounidense, quizá goce de un punto de vista más templado del que tendría un europeo. A veces, como expuso Tocqueville en su momento, “alguien de fuera puede hacer un análisis de la política y de la cultura más exacto y desapasionado que quienes están involucrados en el desarrollo de los hechos”.
Pecado original
Desde el punto de vista de un economista, el experimento del euro es fascinante. Pero también arriesgado y peligroso. Según Stiglitz, el euro vio la luz cuando no estaba todo preparado para llevar a cabo semejante proyecto. Los padres del euro prestaron, al igual que tantos otros visionarios, poca atención a los detalles. La teoría de la reforma política no funcionó del modo que se auguraba. Se tomó la decisión de adoptar una moneda única sin proporcionarle las instituciones pertinentes.
Según el premio Nobel, el proceso por el que se implantó una moneda común estaba viciado desde el principio. “El proyecto de moneda única estaba tan influido por la ideología y por los intereses que fracasó, no solo en su aspiración económica, sino en su ambición de unir más a los países desde el punto de vista político”, afirma Stiglizt. Y tras el pecado original vinieron los secundarios, no menos nefastos. El economista cuestiona la implementación de la política monetaria y las decisiones del Banco Central Europeo, al tiempo que critica con dureza las “políticas descabelladas” adoptadas para intentar poner remedio a la cascada de desajustes.
La troika y los gobiernos de la zona euro tienen una mención especial en el libro por su papel en la implantación de las políticas de crisis. Stiglitz sostiene que las reformas estructurales han servido para ahondar en el desastre y que, a día de hoy, se encuentran bastante lejos de proporcionar una solución a los problemas presentes. Y aquí el economista nos recuerda que los buenos acuerdos monetarios no garantizan la prosperidad, pero que los malos convenios pueden desembarcar en recesiones y depresiones.
Salidas de emergencia
Europa está estancada. Para levantar el vuelo, Stiglitz propone varias vías. Según resume el profesor, los defensores de las políticas actuales en la zona euro, encabezados por Alemania, han defendido en esencia que “no hay alternativa” a la estructura actual, más allá de las pequeñas modificaciones que han querido aceptar, ni a las políticas que han impuesto. Stiglitz explica que lo han sostenido con tanta frecuencia que la frase tiene su propio acrónimo: TINA, esto es, There Is No Alternative. Pero otra Europa es posible, según el premio Nobel, que propone tres caminos: unas reformas que harían que el euro funcionase, un divorcio amistoso y una medida provisional, pero muy distinta a la actual, capaz de transformarse con facilidad en una moneda única si existiera la determinación suficiente para hacer que funcionara el sistema. “La medida provisional actual –una moneda única sin las mínimas instituciones necesarias para una zona de moneda única– no ha funcionado ni parece que lo vaya a hacer”, afirma Stiglitz. Tiene que haber o “más Europa” o “menos”.
El libro concluye con un análisis sobre el Brexit y sus consecuencias. Lo cual nos lleva a uno de los puntos clave de la crisis actual, la división de la comunidad europea. Entre los economistas existía el consenso de que, para que la moneda única funcionara, era necesario que hubiera unas similitudes mínimas entre los países. Son los llamados “criterios de convergencia”. Pero el diseño del euro fomentaba precisamente la divergencia: cuando un país sufría una situación adversa, los países más fuertes salían ganando a costa de los más débiles. Y las propias limitaciones fiscales impuestas como parte de esos criterios de convergencia también alimentaron la divergencia, explica Stiglitz. De esta forma, y dejando al margen la retórica sobre la solidaridad, la realidad es una Europa más dividida, con menos posibilidades de emprender las políticas capaces de devolver la prosperidad a la región. En resumen, la paradoja de la división de lo indivisible.