La migración acapara titulares: desde las espantosas condiciones de los centros de detención griegos hasta las caravanas de migrantes centroamericanos que atraviesan México, pasando por la reubicación de refugiados en desoladas islas frente a las costas de Bangladesh o Dinamarca. Los medios de comunicación destacan la difícil situación de los inmigrantes y abordan las reacciones políticas en los países de acogida, la más reciente de las cuales ha sido la irrupción del partido de extrema derecha Vox en las elecciones de la Comunidad Autónoma de Andalucía, en España. El telón de fondo en todos esos debates es el desmoronamiento generalizado del statu quo.
Algo de verdad hay en este relato. Los fracasos a la hora de aplicar políticas públicas adecuadas se traducen en la expulsión de los migrantes de sus hogares y en amenazas al régimen democrático en los países de tránsito y de acogida. Pero algunos titulares distorsionan la realidad, al sobredimensionar algunos problemas y pasar otros por alto. Mi objetivo en este artículo es cuestionar estas distorsiones en el continente americano.
Conviene empezar señalando dos cosas que no deberían causar temor. En primer lugar, Estados Unidos no está experimentando una “invasión desde el sur”, como acostumbra a decir Donald Trump. Las entradas por la frontera entre México y EEUU están en su nivel más bajo desde la década de 1970; la migración neta en México ha sido negativa desde mediados de la década de 2000. Es cierto que la migración centroamericana ha aumentado, pero las cifras son pequeñas y perfectamente manejables. En segundo lugar, las fronteras estadounidenses no son inseguras. Entre la fortificación de los pasos de California y Tejas, la ampliación de personal fronterizo, el uso masivo de tecnología y las barreras naturales como el desierto de Arizona, entrar a escondidas en EEUU es peligroso, difícil y…