Desde la irrupción de la organización Estado Islámico (EI) y su proclamación de la restauración del califato en verano de 2014, el grupo terrorista liderado por Abu Bakr al Baghdadi ha acaparado la práctica totalidad de los focos de la escena internacional. La escena salafista yihadista en Libia no ha sido una excepción; tanto es así que la sombra de EI consigue distraer la atención que otros grupos yihadistas merecen, al menos a tenor de su evolución durante la tortuosa transición democrática por la que todavía transita el país. No obstante, fue en Libia donde EI sufrió una de sus primeras derrotas a manos de otra coalición islamista. Ahora bien, para entender el panorama general actual y el porqué del arraigo de corrientes rigoristas como el salafismo –particularmente en la región de Cirenaica– es necesario aportar cierto contexto histórico.
A diferencia de Siria e Irak, Libia es un país homogéneo en cuanto a culto religioso. Salvo en una zona del oeste del país, donde todavía pervive el ibadismo, la inmensa mayoría de la población libia sigue la escuela maliki del islam suní. No obstante, diversos acontecimientos recientes han marcado el carácter de las comunidades locales, creando un terreno fértil para el islamismo rigorista en Cirenaica. Fue en esta región, sin embargo, donde seguramente debido a la mayor homogeneidad étnica de sus tribus –de raíces profundas y más ligadas a Egipto que a las regiones de Tripolitania y Fezán– y a su conservadurismo, tal como detalla sir Evans-Pritchard en The Sanusi of Cyrenaica, acabó enraizando la orden sufí de los sanusi, corriente ortodoxa del islam suní. Al igual que el wahabismo, aunque con distancias, los sanusi rechazan el ijma (consenso de la Ummah) y el qiyas (razonamiento a través de la analogía deductiva). Asimismo, tal como hiciera Muhammad ibn Abdelwahab con…