La imagen de España, su reputación internacional, la marca-país, están sufriendo un deterioro paralelo al de nuestra economía. Es una consecuencia lógica de la profundidad de la crisis, de la manera de gestionarla internamente y del tiempo que lleva cualquier paso en la Unión Europea, el centro último de decisión para superar el marasmo económico.
En el último año la prensa internacional ha dedicado noticias, reportajes y artículos a la situación de España, al impacto de la crisis y de las medidas de ajuste adoptadas. Los medios británicos han sido especialmente duros y recurrentes en sus análisis sobre las debilidades del modelo político y económico español, interpretando como un espejismo los logros de las pasadas décadas. El caso español les sirve a Financial Times y The Economist para extraer lecciones negativas de la UE, especialmente del proyecto del euro.
Sabemos que la información ofrece datos y relatos acotados de la realidad. Y que el análisis más complejo del conjunto llegará cuando se detenga el goteo de primas de riesgo, recortes, reuniones de urgencia y negociaciones. Pero la cobertura que los medios internacionales están haciendo sobre España es un indicador –y a la vez un agravante– de un problema real de imagen, que durará más allá de la crisis.
Varios ejemplos: la revista estadounidense Time publicaba en mayo un reportaje sobre los costosos proyectos de infraestructuras y arquitectura –hoy paralizados o sin actividades– llevados a cabo por las comunidades autónomas en la última década. En julio la National Public Radio de Estados Unidos entrevistaba a jóvenes españoles con formación superior que habían optado por emigrar, y daba cifras de lo que calificaba como una “fuga de cerebros”. También en julio, The International Herald Tribune sacaba en portada un reportaje sobre la creciente presión económica que sufren muchos jubilados y abuelos, convertidos…