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La lucha pacífica por el agua

Cristina Manzano
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Salvo en caso extremo de catástrofe y crisis exacerbadas, el agua no es prioritaria en la agenda política internacional. Es probable que lo sea en los próximos años. Hasta ahora nadie ha destacado ningún conflicto como la primera gran guerra por el agua de la era moderna.

Numerosos expertos consideran que Darfur fue el primer gran conflicto surgido como consecuencia directa del calentamiento global. Se produjo entonces la combinación de una sequía inusual que agudizó la lucha por los recursos en una zona ya rica en enfrentamientos y de un gobierno frágil que dejó de ejercer su función de protección sobre una parte de la población para solo otorgársela a la otra.

Hasta ahora nadie ha bautizado con semejante rotundidad ningún conflicto como la primera gran guerra por el agua de la era moderna. Históricamente, el único caso documentado se remonta a 4.500 años, cuando las ciudades-Estado sumerias de Lagash y Umma lucharon por las cuencas de los ríos Tigris y Éufrates. Algunos especialistas consideran que la guerra de los Seis Días de 1967, por la que Israel ocupó los Altos del Golán, tuvo su origen en el deseo israelí de controlar el río Jordán frente a Siria, pero dada la enorme complejidad de la cuestión palestina sería arriesgado atribuir a un único motivo aquella escalada bélica. Por su parte, el científico norteamericano Peter Gleick lleva años elaborando una cronología de los conflictos del agua. En su última actualización figuran 225 entradas entre el año 3.000 antes de Cristo y 2010, y en ella se ve que el agua puede ser utilizada como objetivo militar, arma política o militar, o como objeto de enfrentamientos por cuestiones de desarrollo…

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