El martes, 4 de noviembre de 1986, fecha acaso ya olvidada, puede terminar siendo notable tanto en la historia general de las lenguas como en la de las relaciones internacionales, al igual que en la historia nacional de los Estados Unidos de América. Fue el día en que el Estado de California sometió a referéndum popular la llamada Proposición 63, que obliga al poder legislativo estatal a “salva- guardar y afianzar la función del inglés como lengua común del Estado de California” y a no aprobar ley alguna que “disminuya o desconozca” dicho papel. El electorado aprobó la medida por la abrumadora mayoría del 73 por 100 contra el 27 por 100. Pero la Proposición 63, de contenido al parecer tan natural e inocuo, había sido precedida por un sinfín de agrias discusiones y su aprobación está siendo objeto de comentarios apasiona- dos dentro y fuera de los Estados Unidos. Conviene, pues, analizar los orígenes y las posibles repercusiones, nacionales e internacionales, de la situación que ha dado lugar a la medida citada, y conviene hacerlo extremando la prudencia.
Hay que empezar recordando algunos hechos no por consabidos me- nos olvidados a veces. Los Estados Unidos siempre han sido un país de inmigración. Durante su corta historia han ido entrando en el crisol americano decenas de millones de hombres de las más diversas razas, culturas y religiones. Hace ya mucho tiempo que ese país dejó de ser de sangre mayoritariamente anglosajona. Si ha conseguido cuajar y mantenerse como nación ello se debe en buena medida a la acción aglutinante de la lengua inglesa. Y si este esencial cemento lingüístico ha logrado hasta ahora su objetivo es porque las sucesivas y a veces simultáneas oleadas, de inmigrantes no han sobrepasado ciertos límites cuantitativos ni por su número anual absoluto ni por…