El discurso sobre la lengua española en Estados Unidos viene construyéndose desde hace tres décadas sobre el fundamento de una clara y sólida demografía. Como es sabido, la Ley Hart-Celler, aprobada en 1965 bajo la presidencia de Lyndon B. Johnson, abrió las puertas a una inmigración internacional que comenzó a dispararse a partir de los años setenta, con origen, muy especialmente, en México y los países hispanohablantes. De forma significativa, en 1968 el propio presidente Johnson instauró la celebración de la Herencia Hispana, que fue ampliada a un mes completo durante el mandato de Ronald Reagan: entre el 15 de septiembre, fecha de la independencia de México, Chile y varias repúblicas centroamericanas, y el 12 de octubre, Columbus Day en el calendario festivo estadounidense. No por casualidad, durante la presidencia de Reagan también se aprobó la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA, en inglés) que supuso el acceso a la ciudadanía para más de tres millones de indocumentados, lo que derivó en un nuevo impulso a la inmigración, incluida la hispana. La bonanza económica, especialmente del sector inmobiliario, durante el mandato de Bill Clinton permitió que los movimientos migratorios hacia EEUU alcanzaran una de las cotas más altas de su historia.
La comunidad hispana
Los datos más recientes de la Oficina del Censo (2015) ofrecen, en relación con los hispanos, unas cifras tan poderosas como las siguientes: 56,6 millones de hispanos (17,6% de la población total), nueve Estados con una población hispana superior al millón y un 73,1% de hispanos mayores de cinco años que hablan español en casa. Un informe de 2016 elaborado por el Observatorio de la Lengua Española y las Culturas Hispánicas en EEUU del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard recoge, asimismo, varios datos que permiten componer un cuadro realista del…