La política europea está dividida en dos tendencias: la lógica del mercado, que penaliza a los Estados que no persiguen una ortodoxia presupuestaria y de política económica, y el deseo de los ciudadanos de mantener y profundizar los beneficios sociales de la sociedad del bienestar. Esto lleva a una falta de consenso en la política y a una menor cofianza en los gobiernos.