La izquierda apunta a Hillary
A estas alturas de la partida, las críticas a Hillary Clinton apenas son novedad. Tanto ella como Bill Clinton han sido objeto de un sinfín de rumores y controversias; muchas de ellas justificadas, otras delirantes. La ex primera dama, senadora por Nueva York, secretaria de Estado (2009-13), actual nominada demócrata y más que probable presidenta de Estados Unidos acostumbra a denunciar la “vasta conspiración de derechas” que existe contra ella y su marido.
Estos dos libros, producidos por un matrimonio progresista, difícilmente encajan en ese molde. Doug Henwood y Liza Featherstone dan voz a un número considerable de estadounidenses, a los que les frustra Clinton por su perfil centrista y su pertenencia al establishment estadounidense antes que por su pretendido progresismo. Hasta junio, gran parte de este público apoyó al socialista Bernie Sanders. Tras la convención demócrata de julio, algunos han optado por Jill Stein y el Partido Verde. Pero el propósito de estos dos libros no es tanto influir en las elecciones presidenciales, como realizar una evaluación crítica de la trayectoria política de Clinton.
En My Turn, publicado originalmente –y en versión abreviada– como un ensayo en la revista Harper’s, Henwood resume lacónicamente la candidatura de Clinton: “Tiene experiencia, es una mujer y es su turno”. De estos tres factores, tal vez el segundo sea el único capaz de inspirar a las bases demócratas. Como muestra el autor, la mayor parte de la experiencia política de Clinton ha consistido en adoptar políticas y posiciones moderadas, cuando no abiertamente reaccionarias: de su voto a favor de la guerra de Irak a su contribución a desregular Wall Street, pasando por su apoyo a las iniciativas más conservadoras que adoptó Bill Clinton durante su tiempo en la Casa Blanca (1993-2001).
Uno de los puntos fuertes del libro es la sección dedicada a los tejemanejes de la dinastía (Chelsea Clinton, hija única, ayuda a gestionar el patrimonio familiar). En concreto a los de la Fundación Clinton, una máquina formidable de lobbying trasnacional que aglutina a presidentes, dictadores, dirigentes de empresas multinacionales, gurús de Wall Street y Silicon Valley y unos cuantos activistas despistados que le dan un barniz humanitario. Este entramado también proporciona puertas giratorias lucrativas para “Hillaryland”, nombre con que se conoce a la galaxia de asesores incondicionales de la candidata.
Resulta sorprendente que con semejante pasado, plagado de conflictos de interés, Clinton se intente posicionar como una gestora honrada frente a un Donald Trump impresentable. Lo que no sorprende es que esta decisión esté hundiendo su campaña electoral.
No han faltado defensores de Clinton retorciendo el mensaje de Henwood para presentarle (injustamente) como un misógino frustrado. El libro editado por Featherstone, sin embargo, es inmune a este tipo de distorsiones. False Choices recopila ensayos críticos con la candidata, pero sus autoras reivindican precisamente “un feminismo de izquierdas, basado en una comprensión de las condiciones materiales de las mujeres” en EEUU. Una posición que chirría con el feminismo neoliberal que promueven figuras como Sheryl Sandberg, Anne-Marie Slaughter o la propia Clinton.
El libro cuenta con un elenco potente de mujeres progresistas. Frances Fox Piven dedica un capítulo a las medidas de austeridad que Clinton apoyó cuando su marido estaba en la Casa blanca. Kathleen Geier cuestiona el “populismo económico” que abrazó durante las primarias, cuando Sanders presentaba una amenaza en su flanco izquierdo, y Donna Murch critica su apoyo a la “guerra contra las drogas”, nefasto para muchas comunidades afroamericanas.
La primera parte de False Choices está dedicada a las políticas domésticas de Clinton, la segunda, a sus posiciones en política exterior. Margaret Corvid escribe un ensayo provocador sobre los intentos de Clinton de criminalizar la prostitución fuera de EEUU, una iniciativa que perjudica a colectivos de trabajadoras sexuales como al que la autora pertenece. Medea Benjamin, directora del colectivo anti-guerra Code Pink, repasa el historial beligerante de Clinton, que le ha valido elogios de neoconservadores como Robert Kagan. Destaca la contribución de Belén Hernández, que narra el papel poco ejemplar desempeñado por Clinton durante el golpe de Estado de Honduras (2009), un evento ligado al asesinato de la activista Berta Cáceres siete años después.
En la actual campaña presidencial, polarizada por el extremismo de Trump, cualquier crítica a Clinto se interpreta como un favor al multimillonario xenófobo o un síntoma del machismo de quien la realiza. Ni My Turn ni False Choices encajan en esta caricatura. Henwood y Featherstone realizan críticas certeras, que explican la falta de entusiasmo de la izquierda –y, muy notablemente, de los votantes jóvenes– con la candidatura de Clinton.