El Movimiento 20-F ha desvelado un hecho inédito: la apertura del diálogo con el ala moderada del salafismo y una llamada hacia la reconciliación entre este sector y el Estado.
Qué duda cabe que la Primavera Árabe ha impactado de forma profunda sobre los escenarios nacionales de los países magrebíes, y uno de los “efectos contagio” tiene que ver con la reorganización de los salafistas. En un contexto regional e internacional marcado por el cambio político, los procesos de liberalización política y por el impulso por la defensa de los derechos humanos, los salafistas persiguen un nuevo sistema de organización que les conceda cierta visibilidad y legitimidad política y pública. En el caso de Marruecos, el movimiento de protesta 20 de Febrero ha contribuido a la normalización del salafismo. Y más concretamente, el aura de libertad creada a raíz de los levantamientos populares ha permitido la integración del lenguaje salafista, siempre y cuando este respete los principales pilares sobre los que se asientan el sistema: monarquía, islam e integridad territorial. De hecho, las autoridades marroquíes se prestan a poner en marcha una revisión del pensamiento impregnado de las ideas preconizadas por los seguidores de la salafiya…