Los efectos positivos han sido inmediatos. Los negativos tardarán en manifestarse. Las filtraciones de WikiLeaks –desde los papeles de Afganistán e Irak hasta los cables del departamento de Estado– confirman que la información internacional no es solo un asunto de expertos, inaccesible al gran público. Y este es el primer efecto positivo. Si en Irán una autoridad militar insulta y abofetea al presidente Ahmadineyad, ¿puede ocultarse a los lectores? ¿Son acaso menores de edad?
Las opciones de política exterior de un país son importantes, como lo son las respuestas de los gobiernos a las crisis sobrevenidas. Para entenderlas, es preciso conocer las grandes líneas del contexto internacional y la posición del propio país en el mundo a través de sus relaciones bilaterales y multilaterales, sus empresas, su política de defensa y la cooperación al desarrollo, por citar algunos ámbitos.
El segundo efecto positivo se deriva del anterior, y es el reconocimiento de la necesidad del análisis. Una filtración es una instantánea imposible de entender sin un trabajo analítico. Y en ese frente, la diplomacia de Estados Unidos, que WikiLeaks trataba de asediar, se ha visto confirmada como una gran diplomacia, integrada casi siempre por buenos profesionales, capaces, al servicio de su país.
Varios de los artículos de este número de Política Exterior han sido actualizados justo antes de enviar la revista a la imprenta. Como dice Timothy Garton Ash, los cables son “un festín” para los historiadores y los analistas, y varios autores que escriben en estas páginas no han desaprovechado la ocasión para mencionar los cables. Ninguno ha tenido que corregir los datos o modificar las tesis de su artículo. La publicación de los cables les ha servido para respaldar elementos de un análisis fruto de años de investigación y del mantenimiento de una red de fuentes de información…