El movimiento Al Fatah –partido mayoritario dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que vertebra tanto la estructura administrativa como de fuerzas de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP)– celebró su VII Congreso nacional en diciembre de 2016 en la simbólica Mukata de Ramala, donde Yasir Arafat vivió sitiado entre la primavera de 2002 y el otoño de 2004, cuando falleció. El cónclave sirvió para reforzar el liderazgo de su sucesor y triple presidente, Mahmud Abbas, quien a punto de cumplir 82 años y con una delicada salud parece aferrado al cargo.
De acuerdo a los estatutos de Al Fatah –miembro de la Internacional Socialista, al igual que el Partido Laborista y el Meretz israelíes–, sus congresos deberían celebrarse cada cuatro años. Sin embargo, han transcurrido siete desde el VI, celebrado en Belén en 2009, que tardó 13 años en celebrarse respecto del anterior. Esta misma incapacidad para cumplir con los ciclos políticos establecidos y la aleatoriedad a la hora de convocar elecciones se manifiesta en los comicios presidenciales y legislativos, que también deberían celebrarse cada cuatro años. Sin embargo, Abu Mazen –como se conoce popularmente a Abbas– lleva gobernando por decreto desde principios de 2009, cuando debería haber convocado elecciones. Si bien el momento no era adecuado, dado que acababa de tener lugar la operación Plomo Fundido –ejecutada por el ejército israelí como reacción al lanzamiento de cohetes por parte de Hamás a finales de 2008, tras una tregua relativamente larga– eso no justifica que Abbas las haya demorado casi ocho años.
Esto mismo ocurre con las elecciones legislativas, que deberían haberse celebrado a principios de 2010. Aunque en este caso resulta más complicado porque un importante número de diputados cisjordanos y jerosolimitanos –incluido el propio presidente del Consejo Legislativo Palestino, Abdel Aziz Dweik– se…