La guerra no tiene rostro de mujer
Barcelona: Debate, 2015,
368 págs.
Los muchachos de zinc
Barcelona: Debate, 2016
336 págs.
Voces de Chernóbil
Madrid: Siglo XXI, 2006
336 págs.
El fin del ‘homo sovieticus’
Barcelona: Acantilado, 2015
656 págs.
Dice Svetlana Alexiévich que cuando recibió la llamada de la Academia Sueca para comunicarle que había sido galardonada con el Nobel de Literatura estaba planchando en su apartamento de Minsk. Dicen las malas lenguas que, probablemente Haruki Murakami y Philip Roth esperaban impacientes junto al teléfono. Alexiévich (Stanislav, 1948), hija de madre ucraniana y padre bielorruso, ha pasado a engrosar la lista de los Bunin, Pasternak, Shólojov, Solzhenitsyn y Brodsky: los escritores soviéticos galardonados con el más prestigioso (y en Rusia, tradicionalmente polémico) de los laureles literarios.
Este Nobel tiene mucho de especial, al ser uno de los pocos entregados a un autor no consagrado a la ficción, sino a la narración de lo histórico. Theodor Mommsen lo recibió por su descripción del Imperio romano, Winston Churchill por relatar la Segunda Guerra mundial y Alexander Solzhenitsyn por abrir el gulag al mundo. El sujeto literario de Alexiévich es su propia generación, la que encarna la mens soviética y se expande desde 1939 hasta el presente.
Alexiévich retrata ese hombre, el que ella llama hombre rojo, homo sovieticus, a través de varias de las crisis históricas más relevantes de la URSS: la Segunda Guerra mundial (1939-45), la guerra en Afganistán (1979-89), el desastre nuclear de Chernóbil (1986) y el desmoronamiento del régimen soviético (1991).
Esta es, además, la primera ocasión en que se premia un corpus literario formado exclusivamente por entrevistas. Alexiévich reconoce a sus maestros en esa tradición –la novela coral– en la que el autor cuenta una historia a través de la agregación caleidoscópica de las voces…