La invasión de Ucrania, una guerra de expansión territorial que parece más propia del siglo XIX que del XXI, nace de tres ideas muy fuertes en la mente de Vladímir Putin. La primera, la necesidad nacionalista de espacio y de población para que Rusia pueda recuperar la influencia global que un día tuvo la URSS, haciendo caso omiso de otras circunstancias objetivas como el producto interior bruto, envejecimiento de la población, etcétera. que se lo impiden. La segunda es la sensación de asfixia, de sentirse rodeada y acosada por la OTAN (12 países del antiguo espacio soviético son hoy miembros de la Alianza) en violación de unos pretendidos acuerdos, nunca escritos, de que no se extendería hacia el Este, en lo que Putin considera una violación de los “legítimos derechos de seguridad” de Rusia. Y la realidad, se refiere al progresivo desplazamiento de Ucrania hacia la Unión Europea (en 2014 con el Acuerdo de Asociación y en 2023 al recibir el estatus de país candidato) junto con la mala influencia que la instauración de una democracia en Kiev tendría sobre su propio régimen en Rusia.
Pero si hay dos convicciones que explican el 24 de febrero de 2022 son las que el propio Putin ha expresado por escrito con claridad meridiana. La primera en un artículo de 2005 donde lamentaba la desaparición de la URSS con las siguientes palabras: “La caída de la Unión Soviética ha sido la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. La epidemia de destrucción se extendió incluso en Rusia. El ahorro de los ciudadanos fue aniquilado y los viejos ideales destruidos”. Si algo no soporta Putin es que Rusia sea hoy considerada una simple “potencia regional”, como en cierta ocasión dijo displicentemente Barack Obama. La segunda la explicitó en un artículo que publicó el 12 de…