En 2021 se cumplieron 200 años del comienzo de la guerra de independencia griega frente al Imperio otomano, un acontecimiento de gran importancia para la historia europea y mundial cuya conmemoración tuvo escaso eco en España. Aunque el actual Estado griego poco tiene que ver con la Grecia de principios del siglo XIX, no es una exageración afirmar que hoy día seguimos viviendo en un mundo marcado por los efectos de la disolución del Imperio Otomano, un largo proceso que muchos europeos de la época quisieron ver como el resultado inevitable de la decadencia de un poder musulmán, asiático, despótico y atrasado frente a la superior civilización occidental. Este relato, tan útil para explicar y justificar el ascenso de Occidente en el siglo XIX, encontró en la guerra de independencia griega uno de sus hitos de origen.
Como todos los mitos fundacionales, la guerra de independencia griega no encaja fácilmente en los relatos que imaginan naciones homogéneas. Muchos de los griegos que lucharon por la independencia residían fuera de los territorios que quedaron comprendidos a partir de 1830 dentro de las fronteras del nuevo Estado, que en poco se parecen a las actuales. De hecho, la revolución empezó lejos de “Grecia”. La organizó la Filikí Etería, una sociedad secreta revolucionaria formada en 1814 en Odesa y que incluía a griegos y balcánicos que residían a lo largo y ancho del mar Negro y del Mediterráneo. El 6 de marzo de 1821, Aléxandros Ipsilantis, militar griego al servicio del zar ruso, encabezó una insurrección en los Principados del Danubio, territorios bajo dominio otomano que corresponden aproximadamente con la actual Rumanía. Apelando a la patria panhelénica y a la fe, Ipsilantis quiso sumar a todos los cristianos de los Balcanes. Sin embargo, no obtuvo apoyo ruso y mantuvo tensas relaciones con sus…