POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 25

La excepción europea

Giuseppe Sacco
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No debe considerarse como esnobismo o como un deseo de ir contra corriente, si se afirma que la guerra del Golfo no ha supuesto para Europa la catástrofe política que todos los observadores parecen ver. Al contrario, la lección que se aprende de ello resulta de gran utilidad, en esta fase de unificación europea, y permite aclarar un malentendido fundamental sobre los objetivos políticos y sobre el papel internacional de la Europa unida.

No queremos negar que la cooperación política de la Europa de los Doce ha demostrado, en esta ocasión, una insuficiencia dramática. Y,

¿cómo negar esto? La ausencia de la CE de la escena política y militar y la impotencia para desempeñar un papel, aunque mínimo, son evidentes. Sin embargo, sería ir demasiado lejos sacar, de esta debilidad, una diagnosis de impotencia congénita y comprobar que una política exterior común no se llevará nunca a cabo. Además, el hecho de que los Doce hayan fracasado conjuntamente, no significa que actuando cada uno por su cuenta, los miembros de la CE pudieran haber desempeñado un mejor papel.

Tomemos, por ejemplo, los casos de los países que, en esta ocasión, se han colocado en los dos extremos del espectro político comunitario: Alemania y Gran Bretaña. En un primer momento, Alemania manifestó una cierta resistencia para empeñarse, y únicamente después se alineó plenamente con la coalición precisamente porque quería, ante todo, no complicar sus relaciones con Rusia, justo en el momento en que Gorbachov era fuertemente criticado por los conservadores, para no crear obstáculos a la ratificación soviética del tratado “4+2”. Eso significa que Bonn demostró no tener intereses directos y preminentes en la zona del Golfo, sino más bien exigencias tácticas y objetivos que dependían de las metas clásicas de su política exterior: la unificación alemana, la seguridad de sus…

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