La crisis de alimentos no está basada en una incapacidad para satisfacer la demanda mundial, sino en la falta de voluntad política. Es necesario equiparar la regulación del mercado de materias primas a nivel global, para proteger mercados tan sensibles e indispensables como estos.
Las recientes subidas de precios de los alimentos básicos y el incremento de su volatilidad han sido motivo de preocupación política para la seguridad alimentaria en todo el mundo. De hecho, ambas cuestiones han destacado en el programa de acción de muchos gobiernos y constituyeron una prioridad en la cumbre del G-20, celebrada en Cannes en noviembre de 2011.
A pesar de que tanto las subidas como la inestabilidad de los precios de los alimentos suelen ser habituales en los mercados agrícolas, también ha generado consenso lo especialmente elevadas que han sido en los últimos cinco años. A mediados de 2008 los precios de los alimentos en los mercados internacionales habían alcanzado el nivel más alto en casi 30 años. Desde diciembre de 2010 hasta mayo de 2011, estos precios, una vez más, aumentaron a los niveles máximos alcanzados en 2008. De nuevo descendieron en octubre a su nivel más bajo en los últimos 11 meses, para comenzar a subir en enero de 2012. Sin duda, la liberalización de los mercados durante estas dos últimas décadas ha conectado más los precios locales de muchos países a los precios internacionales, y ha supuesto, además, un incremento de las importaciones en la oferta total de alimentos.
A esto hay que sumarle un entorno económico caracterizado por nuevas formas de especulación en los mercados de productos derivados. Un contexto internacional desesperado, donde las burbujas especulativas en su búsqueda de inversiones rentables en mercados…