Por qué hablar de una “era post-Bolsonaro” en agosto de 2022, dos meses antes de las elecciones presidenciales en Brasil? Según varios institutos de investigación de opinión, los comicios del próximo octubre apuntan a un cambio de gobierno, con un probable regreso de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia del país (en el sondeo de Datafolha del 28 de julio, Lula obtenía el 47% de la intención de voto, frente al 29% de Jair Bolsonaro). Suponiendo que las predicciones de un cambio de rumbo en el gobierno federal sean plausibles, que no haya atentados contra la vida de los principales candidatos –en un contexto de creciente violencia política– y que las instituciones de la democracia electoral garanticen una transición pacífica del poder, ¿qué podría esperarse en materia de política exterior de un eventual gobierno de Lula, frente al historial más bien negativo de la diplomacia de Bolsonaro? Para responder a esta pregunta, es necesario primero repasar brevemente la “era Bolsonaro”.
Bolsonaro: del negacionismo al aislamiento
El año 2018 ya mostraba signos de una profunda transformación en la política internacional y nacional. En la escena internacional, el Brexit y la elección de Donald Trump marcaban la pauta del cambio; en el escenario brasileño, Bolsonaro, por aquel entonces candidato presidencial, presentaba su polémico programa en materia de política exterior, en línea con la ola transnacional que hacía resurgir por todo el mundo movimientos de extrema derecha y ultraconservadores. Desde el traslado de la embajada brasileña en Israel de Tel Aviv a Jerusalén hasta el cese de las relaciones con Cuba y Venezuela, las promesas electorales de Bolsonaro reflejaban posiciones contrarias a una larga tradición brasileña de defensa del multilateralismo y de diversificación de las relaciones comerciales y políticas. Bolsonaro también provocó durante la campaña electoras graves roces con China,…