El papel introdujo en la comunicación humana un cambio tan importante como el teléfono hace un siglo e Internet en la actualidad. Algunos subordinados de Pericles reclamaban hacia 420 a.C. dos nuevos envíos de papiro que no acababan de llegar de Alejandría, enviados en seis grandes navíos, hace 25 siglos. Se trataba de componer 80 nuevos ejemplares de La Iliada. El siguiente paso fue la invención de los tipos móviles en la impresión. Ocurrió en aquel Silicon Valley, entre 1451 y 1456, cuyos puntos más destacados eran la ciudad holandesa de Harlem y la alemana de Maguncia, donde Coster y Gütenberg serían los Bill Gates o Steve Jobs californianos.
El arranque de la imprenta no se consolidó hasta que los tipos móviles de madera, perecederos, no fueron sustituidos por otros de metal: ordenador personal de la época. La imprenta arrancaba. Nuevas tecnologías que por primera vez permitían reproducir textos medievales a un precio inferior y con tiradas mucho mayores. La tecnología modificaba las formas de producción, pero necesitaba del viejo mensaje. El pasado seguía vigente.
En realidad Shakespeare es más medieval de lo que deja traslucir su lenguaje, como Cervantes: la comunicación de masas ha necesitado creadores de contenidos para convencer a los clientes de la importancia de las innovaciones. La tecnología no es el único pre-requisito para el desarrollo. La persuasión del lenguaje, en definitiva, aceptada por el público en general.
La comunicación-información es ubicua, pero argumentar que esa condición refleja los valores y actitudes de la ciudadanía, no se corresponde con las preocupaciones humanas y los problemas del empleo en la crisis actual. La crisis es real, también el cómo nos gobernamos. Lo que sí ofrece la información-comunicación vía Internet, igual que en el pasado le ocurrió a la imprenta y el teléfono, es un potencial baratísimo puesto…