Desde mediados de la década de los 80, España comenzó una política de apoyo a las empresas que deseaban aprovechar las oportunidades de las reformas económicas de China. Las grandes líneas de actuación fueron el liderazgo de la administración a través del apoyo financiero de los créditos FAD y el respaldo político institucional mediante los contactos regulares de los dirigentes de ambos países. Además de servir como plataforma exportadora, hoy cada vez son más las empresas extranjeras que invierten en China para aprovechar la capacidad de demanda de su mercado.