La educación de una idealista
Samantha Power, periodista con un premio Pulitzer, jurista, politóloga y, ante todo, activista por los derechos humanos, es un ejemplo vivo del American Dream. Hija de emigrantes irlandeses, con un padre que la familia tuvo que dejar atrás por decisión materna debido a su problema de alcoholismo, muestra en estas memorias cómo su vida privada y pública se entremezclan en un entramado dinámico y apasionante que abre una puerta a la cocina de la política exterior de Estados Unidos bajo la administración de Barack Obama.
The Education of an Idealist es un texto largo y lleno de detalles, a veces repetitivos, en los que la autora trata de convencernos de la verdad indomable de que cualquiera puede hacer algo para cambiar la situación de los desfavorecidos del planeta, en especial de aquellos que padecen violaciones de sus derechos. Samantha se embarca así en esta aventura íntima que le lleva a recorrer los distintos momentos emblemáticos de su vida, partiendo de su infancia irlandesa hasta la actualidad.
El libro se divide en dos partes y cada una de ellas se despliega en una infinidad de pequeños capítulos que van desgranando episodios concretos de sus distintas experiencias vitales y profesionales –pero siempre a la par– y con una relevancia mayor de su carrera, por encima casi siempre de su vida personal. La primera parte desgrana su etapa de periodista joven en la guerra de Bosnia y su activismo militante por los derechos humanos en sus crónicas. Esto y mucho más quedó reflejado posteriormente en un libro, A Problem from Hell. America and the Age of Genocide, por el cual le concedieron el Pulitzer en 2009, y cuyas reflexiones se mencionan en estas memorias de manera recurrente. Power siempre deja clara su necesidad de hacer algo, de luchar por una causa frente al mal y el horror humano. También cómo el convertirse en parte de la administración Obama significó para ella la oportunidad de trabajar directamente allí donde se adoptan las decisiones. Tras participar activamente en la campaña de Obama, el presidente le ofrece un puesto a ella y a su futuro marido, a quien conoció precisamente en esos días.
La segunda parte constituye un relato personal de la experiencia de la autora en esa administración, primero como asesora del Consejo de Seguridad Nacional y, después, como la primera mujer en ocupar el cargo de embajadora de EEUU ante las Naciones Unidas. Power describe sin tapujos a personalidades de la política exterior y de seguridad estadounidenses, mostrando sus diferentes facetas y también los engranajes complejos de la burocracia sobre la que todo gobierno se sustenta. Su idealismo se tendrá que filtrar por esas tuberías de aguas turbias para intentar cambiar problemas enquistados y lograr que los derechos humanos fueran tomados en serio como un asunto de seguridad nacional.
Power no deja resquicios a la imaginación del lector a lo largo de estas memorias, puesto que incluye un amplio catálogo de detalles sobre cada una de las situaciones que ha vivido en primera persona. Con el fin de que el libro se asemeje a unas memorias de carácter más cercano y no solo a una narración sobre la política exterior de EEUU, la autora nos hace partícipes ocasionalmente de sus batallas personales. Entre ellas, la dificultad para ser madre, su ansiedad reconocida y contra la que lucha constantemente, sus continuas decepciones cuando su opinión es obviada recurrentemente en los foros presidenciales y, por último, sus derrotas profesionales.
En relación a estas últimas, Power no parece sufrir el desánimo más que en el propio momento: al final, siempre resurge su adaptación al medio y su capacidad para defender que, a pesar de que en el interior del gobierno no haya logrado que Obama interviniera en Siria –uno de los muchos ejemplos que presenta el libro–, la opción de dimitir nunca fue real para ella. Prefiere quedarse y sufrir dentro para poder ser capaz de, al menos, resultar operativa y eficaz cuando sus preferencias políticas se respetan.
Al final de este libro es posible que nos encontremos cansados y hayamos olvidado muchos de los detalles que Power incluyó sin desánimo. Pero también puede suceder que se despierte en nosotros ese idealismo dormido o doblegado por las circunstancias y que, sin querer, miremos a nuestro alrededor y pensemos, ¿qué puedo hacer yo también para mejorar todo esto?