No es importante el sentimiento que pueda provocar la URSS, el primer país del comunismo. Se le puede amar u odiar. Lo que sí asombra a cualquiera es lo que acontece hoy en la antigua URSS. El país que sacrificó a más de treinta millones de ciudadanos para conservar su independencia durante la lucha contra el hitlerismo, y el que durante siglos ha estado fortaleciendo sus fronteras, se ha autodestruido en un abrir y cerrar de ojos, en período de paz.
En sus márgenes occidentales Rusia ha vuelto hoy, en la primavera de 1992, a las fronteras del siglo XVI. Millones de rusos que habitan en sus territorios históricos que actualmente se integran en el Kazajstán norte, en el Cáucaso del Norte y en el Transdniéster se han convertido en minorías étnicas, en gente de segunda categoría. ¿Cómo se van a sentir los rusos de la región del Dniéster cuando Moldavia se una a Rumania? Hace unos días en Pavlodar, la ciudad rusa siberiana integrada por Lenin en Kazajstán, por decisión de las autoridades kazajas, se desmontó la estatua de Ermak, el descubridor ruso y héroe de la conquista de Siberia.
En todos estos acontecimientos lo más trágico es la desintegración del ejército soviético que siguió a la desintegración de la URSS. La flor y el orgullo de la nación, un ejército en verdad glorioso, se vio humillado y casi fuera de la ley. El servicio militar ha perdido todo su sentido en vista de que el secretario de Estado de Estados Unidos puede inspeccionar los objetivos supersecretos y los oficiales de la OTAN inspeccionan las condiciones de conservación de las armas nucleares tácticas. El ejército, como eje y atributo indispensable de cualquier Estado, a causa de la autodisolución de la URSS se ha encontrado fuera del habitual sistema de …